«Felipe, no me seas chulo / hay que irse de la OTAN»: salen a la luz las poesías de Leopoldo Calvo-Sotelo
Un libro de poemas de un presidente del Gobierno es algo bastante singular, por lo menos en España. No hemos tenido aquí un premio Nobel de Literatura como Churchill ni, gracias a Dios, un dictador como Mao. Pero sí a Calvo-Sotelo, del que se publica ahora 'Poesía en la tangente'
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Un libro de poemas de un presidente del Gobierno es algo bastante singular, por lo menos en España. No hemos tenido aquí un premio Nobel de Literatura como Churchill ni, gracias a Dios, un dictador como Mao. Al margen de sus méritos políticos, es ... difícil imaginar la vertiente poética de Adolfo Suárez o de Felipe González. Aunque es buen lector de poesía, no se le conoce este talento a José María Aznar; tampoco, a Mariano Rajoy. José Luis Rodríguez Zapatero podría amenazarnos con cualquier ensoñación sobre las nubes, supuestamente inspirada por su adorado Borges. Del resiliente Pedro Sánchez cabe esperar cualquier cosa, en verso o en prosa: una tesis doctoral, un análisis prospectivo o un autoelogio hiperbólico; la única duda sería el nombre del currante colaborador.
Leopoldo Calvo-Sotelo es un político sui generis: venido del mundo de la ingeniería y de la empresa, defensor de la unión con Europa. Le tocó sufrir el 23-F, cuando se votaba su investidura. Publicó luego varios libros de recuerdos: 'Memoria viva de la transición', 'Papeles de un cesante' y 'Pláticas de familia'. Su imagen pública no era precisamente la alegría de la huerta. Sus amigos coinciden en que el aspecto distante y severo no le hacía justicia. Algún trato tuve con él y puedo confirmarlo: en la corta distancia, eran evidentes su inteligencia, su cultura y – por mucho que a algunos pueda sorprender – su galaica ironía.
Recuerdo bien el asombro de un escritor al que entregó el premio Nacional de Literatura, cuando comprobó que el presidente del Gobierno – hecho insólito, casi milagroso – había tenido tiempo y ganas de leer el libro premiado; también, las sutiles chanzas, con intención buena o mala, en algunas reuniones de trabajo, y su afición real a la música clásica, tan rara en nuestros políticos…
Por todo ello, sorprende – pero no demasiado – que ahora se publique un volumen de sus versos, con un título que alude a su formación científica, ' Poesía en la tangente ' (Sial Pigmalión). Me ha hecho recordar, por contraste, algún libro de poemas de Federico Mayor Zaragoza, científico y director general de la Unesco, con su ingenuo buenismo progresista. Ninguna de las tres cosas era Leopoldo Calvo Sotelo: ni progresista, ni buenista, ni ingenuo.
La edición está muy cuidada, incluye una semblanza autobiográfica del autor, que no incurre en la falsa humildad; un prólogo del político socialista asturiano Pedro de Silva, y dos excelentes trabajos del profesor Jaime Siles , un comentario de los libros de poesía que tenía en su biblioteca Calvo-Sotelo y una conversación con él sobre sus preferencias poéticas, que aclara bien tanto sus méritos como sus limitaciones: prefería a los clásicos españoles, Jorge Manrique, Lope, Quevedo, Góngora, Unamuno y Machado; no le atraían Juan Ramón ni los poetas del 27. Acompañan a los poemas unas muy útiles notas de Pedro Calvo-Sotelo, que informan sobre las circunstancias de la composición y quiénes son los personajes aludidos.
(En algún caso, se han editado mal algunos versos; por ejemplo, en p. 221, estos presuntos endecasílabos : «… de televisión le invita. ¡Qué talento tiene / el doctor para la vida buena!» Quedaría mejor así: «… de la tele le invita, ¡qué talento / tiene el doctor para la vida buena!»).
El lector saca la conclusión de que Calvo-Sotelo sintió una clara vocación poética, desde su juventud, cuando su tío Joaquín le pagaba unas pesetas si le escribía sus cartas en verso, hasta el final de su vida. Tenía facilidad para la rima de las estrofas clásicas: soneto, romance, quintilla, octava. Le gustaba improvisar: muchos poemitas los escribía en el reverso de una factura .
Se divide el libro en tres partes: la tercera, 'Se adivina Bizancio. El Turco asoma', trata de viajes, retratos de amigos y líricas evocaciones de su tierra gallega. La segunda, 'De enamoramiento agudo', se dedica a diversos sucesos y personajes de la familia. La primera, humorísticamente titulada ' Vamos a hacer la transición, amigos ' (una frase que les dijo Adolfo Suárez), pertenece al género satírico y es, sin duda, la más atractiva, para el lector. Con humor a veces nada suave, enjuicia a personajes como Juan Luis Cebrián («me retó a pegarnos a sonetazo limpio»), Pío Cabanillas, Ricardo de la Cierva, Jaime Campmany, Juan Tomás de Salas, Torcuato Luca de Tena y el ABC… Son especialmente brillantes los juegos poéticos «a cuatro manos» con su amigo Belisario Betancur.
Valga como ejemplo del tono satírico este poemita, en el que imagina un diálogo de Felipe González y Alfonso Guerra. Comienza el primero: «Alfonso de mis amores: / voy a quedarme en la NATO. / Da igual gato negro o gato / blanco, si caza electores». Y responde el segundo: «Felipe, no me seas chulo: / hay que irse de la OTAN / porque, si no, no nos votan / y nos darán por el c…»
¿Responde esto a la imagen que muchos tienen de Leopoldo Calvo-Sotelo? Creo que no. Este libro contribuye a completar su perfil y, en su parte satírica, ofrece regocijados apuntes de la reciente Historia de España.
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